En 1825, los hospitales eran caldo de cultivo para los germenes y en este período, era más seguro ser tratado en casa que en un hospital, donde las tasas de mortalidad eran de tres a cinco veces más altas que en entornos domésticos.Como resultado de esta miseria, se les conocía como “Casas de la Muerte”.
En medio de ese mundo que aún no entendía los gérmenes, un hombre intentó aplicar la ciencia para detener la propagación de la infección. Ignaz Semmelweis, médico húngaro trató de implementar un sistema de lavado de manos en Viena en la década de 1840 para reducir las tasas de mortalidad en las salas de maternidad. Semmelweis, instaló una cuenca llena de solución de cal clorada en el hospital y comenzó a salvar vidas de mujeres con tres simples palabras: “lávese las manos”; aunque en ese momento no se reconoció su teoría, años mas tarde se adapto este protocolo en todos los hospitales.
El VIH era un virus misterioso, proveniente de países remotos, se decía que era animales salvajes, de costumbres primitivas, y se extendía por todo el mundo con una rapidez incontrolable. Eran entre los años 70’s y 80’s, no había un tratamiento eficaz, y mucho menos una vacuna.
Generaba síntomas raros o poco comunes y mataba con una rapidez terrorífica. Se ignoraban las vías de transmisión, los enfermos eran aislados en sus domicilios, a veces en áreas de los hospitales dedicadas exclusivamente a ellos. No podían estar en contacto con familiares y amigos, a menudo morían solos. Pronto se extendió el miedo y se propagó la discrimación. Los enfermos eran discriminados y exiliados. Despertó practicas racistas y radicales, en contra de lo que hoy conocemos como la comunidad LGTBI. El sida fue la primera gran pandemia tras la gripe española y cambió enormemente muchos escenarios.
Este virus, como cualquier otro, llegó para quedarse; pero el mundo se adaptó a el, aprendimos a cuidarnos: en lo sexual, en lo sanguinio y en lo perinatal, es decir; nos enseño el uso del condon, el evitar usar jeringas usadas y crear protocolos de transmisión de sangre y (en la peluqueria) a utilizar navajas nuevas. Poco a poco, aprendimos a vivir con este virus y a tomar nuestras precauciones. Y aunque ha sido un virus mortal, el mundo esta de pie.
Actualmente, el mundo vive otra pandemia. El COVID-19 que es la pandemia más reciente a la que se enfrenta el mundo occidental, un virus “mas pequeño” que el VIH, y que gracias a la tecnología sabemos como se transmite, y como controlarlo.
“La enfermedad se propaga principalmente de persona a persona a través de las gotículas que salen despedidas de la nariz o la boca de una persona infectada al toser, estornudar o hablar. Estas gotículas son relativamente pesadas, no llegan muy lejos y caen rápidamente al suelo. Una persona puede contraer la COVID‑19 si inhala las gotículas procedentes de una persona infectada por el virus.Por eso es importante mantenerse al menos a un metro de distancia de los demás. Estas gotículas pueden caer sobre los objetos y superficies que rodean a la persona, como mesas, pomos y barandillas, de modo que otras personas pueden infectarse si tocan esos objetos o superficies y luego se tocan los ojos, la nariz o la boca.”
A pocos meses de su propagación, el mundo conoce como controlarlo. Algo que no pasó en las pandemias anteriores y que apesar de ello, este virus sigue cobrando virus en todo el planeta, pero no es por lo poderoso o lo grande, o lo inmortal que sea este virus, sino por nuestra falta de disciplina, e higiene, tenemos el remedio y el trapito, pero no lo hacemos lo propio por cuidarnos y cuidar a los demas.
Hoy el COVID-19 llega para quedarse, y el mundo debe aprender adaptarse a el, este virus exhibe lo debiles que somos y nos enseña a tener y adaptar nuevas modalidades de limpieza y convivencia, a lavarnos las manos, a sanitizar a conciencia nuestro entorno, a mantener nuestra distancia, el uso de cubrebocas y a una nueva modalidad de saludo. Sin embargo, por nuestra falta de conciencia y educación, estas pequeñas acciones, no nos han permitido vencer este virus.
El VIH fue vencido, cuando los activistas reclamaron el derecho colectivo a la salud y los servidores públicos dejaron de discriminar y atender los pacientes, pero sobre todo el VIH fue vencido gracias al activismo militante, no gracias a las instituciones médicas ni gubernamentales.
Por último, el CORONAVIRUS no será vencido por quedarnos en casa, ni porque el Gobierno de a la población lo último por infraestructura médica; sino, por nosotros mismos. En conclusión, el COVID-19 debe ser vencido por nuestra conciencia y nuestros nuevos hábitos de higiene. Así mismo, el ser humano aprende y se adapta a cada pandemia y a cada virus. y esta no será su excepción.
Ana Mendez.