Desde hace más de un mes, Constance y Martín*, dos hermanos de 3 y 4 años respectivamente, viven encerrados con su madre por temor a los secuestros y la violencia en un país que no conocen y del que apenas hablan la lengua.
Nacieron en Chile y se comunican en español –tienen, de hecho, pasaportes chilenos-, pero fueron deportados por autoridades migratorias de Estados Unidos a Haití, uno de los lugares más peligrosos del continente.
“Llevamos varias semanas aquí y los niños no entienden qué pasa. Estamos sin salir porque tengo miedo de que algo les pueda pasar porque aquí la situación es muy fea”, le dice la madre de los menores, natural de Haití, a BBC Mundo.
La familia partió del norte de Chile hace un par de meses, cruzaron el Tapón del Darién en Panamá y subieron hasta la frontera norte de México, donde fueron arrestados por la patrulla fronteriza de EE.UU.
“Nos tuvieron una semana presos en Texas, sin siquiera poder bañarnos. Nos trataron muy mal. No nos dejaban ni ducharnos. Los blancos podían ducharse y nosotros no. A los blancos los dejaron y a nosotros nos mandaron para Haití, donde no tenemos familia, donde no tenemos nada”, agrega.